viernes, 4 de marzo de 2011

Hacer o no hacer…

Un espectáculo se hace sólo. Lo único que tienes que hacer es escucharle, escucharle bien. Tengo hechos tantos espectáculos y cada vez me resisto a escucharle, porque quiero seguir la imagen que tengo en mi cabeza. Pero al fin y al cabo todos ellos terminaban tomando su propio camino.
Puedo comparar este proceso con lo de pasar a través de un laberinto. Al principio te parece que ves claramente el camino, que sabes muy bien donde y como tienes que llegar. También sabes que habrá muchos obstáculos, pero todo parece tan claro, que estos obstáculos no parecen más que una neblina que en cuando te vea ¡desaparecerá en seguida! Como no va a desaparecer, si eres gente de la clase A ¡¡¡Y cargado de fuerzas, empiezas!!! En este momento estas mirando desde arriba, como la gente astuta y hábil, sabes que has cogido la sartén por la manga y lo único que tienes que hacer es cortar los alimentos, saltearlos un poquito y disfrutar comiéndote el plato. ¡Plato comido!

Z

¿Pero qué pasa? Desde el mismo principio empiezan a ocurrir cosas. Te cortas el dedo, se te rompe el cuchillo, el fuego no quiere emprenderse, el plato es demasiado pequeño!!!! Y más, y más, y MAS!!! Y no hay final! Las cosas ocurren una tras otra, el espectáculo empieza a tomar su propia vida: acepta esto pero aquello NO. Esto le va ¡pero a ti NO! Llegas a un punto en el que pierdes el control, no sabes donde estas. Sucede poco a poco, paso a paso. De repente ya no estás arriba, no eres ni astuto, ni hábil, y ¡¡¡la experiencia de tantos años de trabajo parece que no ha existido nunca!!! Ya no eres de la clase A, no eres ni de la B, ni de C, ni siquiera de L. Eres una persona totalmente perdida, estas abajo, tan metida en problemas y preguntas sin respuesta que no ves la salida. ¡Simplemente no puedes! Eres una persona Z, sola y asustada. Pero hay que llegar hasta el final. Y es entonces cuando hay que volver al principio. Recordar la idea principal. Tranquilizarte y terminar el trabajo.

Un espectáculo es algo que tiene su propia vida. Igual que un hijo. No puede salir un abogado si lo que de verdad le gusta es la música. ¡Déjale ir! Y sobre todo nunca te enfades de que no ha salido perfecto. ¡Nadie lo es! Ni siquiera tu…